El control de la sexualidad femenina se remonta casi a los orígenes de la civilización. Según los historiadores, en Oriente, las prácticas para evitar que la mujer tuviera relaciones con otros hombres que no fuera el cónyuge eran bastante habituales. El método de control genital que más aceptación obtuvo en Occidente fue, sin lugar a dudas, el cinturón de castidad. Este instrumento de origen semita, fue introducido en Europa en la Edad Media, tras las cruzadas en Tierra Santa. El cinturón consistía en un estuche de metal hierro o plata, que se ceñía al cuerpo de la dama.
Para reforzar los mecanismos de seguridad, una gruesa barra pasaba entre las piernas, lo que hacia difícil el caminar. Esta tortuosa coraza solo tenia dos rendijas, que permitían la evacuación corporal, pero que a la vez impedían la penetración de cualquier objeto, ya que estaban flanqueadas por afiladas púas. Mientras llevaban colocados estos aparatos, las mujeres no podían asear sus partes más intimas, lo que constituía un foco de infecciones.
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