Todo hace suponer que en un origen no fueron paraguas, sino parasoles para hacer sombra en los calurosos días de verano en China hace 2.000 años. El mango y las varillas eran originalmente de bambú y en vez de tela se usaba fino papel aceitado para darle una mayor consistencia; en éste solían dibujarse elaborados diseños y se convirtieron así en accesorios que complementaban bien el atuendo de las damas. Del oriente llegaron a Europa y en el siglo XVI se pusieron de moda entre el público femenino. En el siglo XVIII, el viajero inglés John Hanway, los usó para protegerse en las lluviosas calles de Londres y, aunque al principio fue objeto de burlas, logró imponer el uso entre los varones durante las tormentas.
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