Las flores tienen como misión biológica garantizar la polinización. Muchas flores llamativas son polinizadas por los insectos, atraídos por los colores brillantes, y se llevan como recompensa el polen rico en energía o el néctar. Pero las flores también tienen que atraer a los insectos que están lejos, ahí entra en juego el perfume.
El aroma de algunas flores contiene hasta 100 sustancias químicas distintas. Son modificaciones presentes en la flores que pueden repeler a los animales que se las comerían, pero se fabrican dentro de la flor. El calor estimula su liberación (cuando los insectos son más activos). Aromas concretos hacen que los insectos visiten flores de la misma especie y lleven el polen de una a otra.
La flores de onagra y el jazmín liberan su aroma de noche para atraer a las polillas que sólo visitan a otras flores nocturnas, evitando malgastar el polen. Algunas especies tienen flores "apestosas" que sólo atraen a insectos carroñeros. El perfume de la orquídea Bulbophylum es tan particular que sólo atrae a una especie de mosca, lo que garantiza una transferencia de polen eficiente.
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