La rabia es una de las seis emociones universales experimentadas por los humanos (las otras son felicidad, miedo, tristeza, asco y sorpresa). Nuestras emociones son, en gran medida, respuestas físicas inconscientes ante determinados estímulos. Usamos la corteza cerebral para pensar de forma lógica y juzgar, pero el enfado es controlado por el sistema límbico, una serie de estructuras alojadas en las regiones primitivas del cerebro.
Una sofisticada red de nervios controla el instinto y gobierna las emociones como el miedo y la rabia. Nos enfadamos para protegernos del peligro si algo nos amenaza a nosotros, a nuestras pertenencias o a alguien que nos importa. Dentro del sistema límbico está la amígdala, una estructura en la que almacenamos los recuerdos emocionales. La rabia es una forma primitiva de autoconservación, está en el sistema límbico, que es el que controla los instintos naturales como la reacción de lucha o huida ante el miedo.
Cuando un estímulo activa la amígdala, se produce una inundación de hormonas (entre ellas adrenalina) que le indica al cuerpo que se prepare para la acción. Como la rabia es controlada por el centro emocional del cerebro (no con la parte "pensante"), podemos perder el control temporalmente de lo que hacemos y decimos, de ahí la expresión de "perder los nervios". La rabia tiene varias manifestaciones externas; expresiones faciales, subir la voz y tener una conducta agresiva. Son señales que los otros deben interpretar y a las que deben responder.
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