Los humanos somos homeotérmicos, en otras palabras podemos regular nuestra temperatura corporal dentro de ciertos límites. Los bebés también, aunque de forma más limitada. Sin embargo algunos recién nacidos, sobre todo si han sido prematuros, tienen dificultades para mantener su temperatura. No tienen buen aislamiento del calor, tienen una superficie relativamente grande y poca masa, por lo que les resulta muy difícil mantener su temperatura corporal.
Cualquier pequeña variación hacia arriba o hacia abajo podría tener consecuencias catastróficas si no se controla. Así, la tarea principal de una incubadora es mantener la temperatura dentro de una unidad cerrada diseñada para eliminar cualquier pequeña corriente que puede interferir con la neutralidad térmica. El entorno adecuado se consigue con un calentador y un ventilador especial, además de un contenedor de agua para añadir humedad al aire y evitar que se deshidrate.
Los prematuros de menos de 31 semanas aún no han pasado por el proceso de queratinización necesario para proteger su piel de la sequedad, por lo que la pérdida de calor por evaporación es muy peligrosa. Las incubadoras modernas tienen un servo control que regula la temperatura con un dispositivo que se pone en la tripa del bebe para medir su calor corporal. Algunos bebés también necesitan oxígeno por vía nasal; se les pone con una cánula que va unida a una válvula de control dentro de la incubadora.
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