Los trenes modernos por lo general, usan frenos de aire para detenerse. Su funcionamiento consiste en presionar una pastilla de freno tradicional o un bloque contra las ruedas del tren para convertir la energía cinética en calor mediante la fricción, consiguiendo así una reducción del número de rotaciones por minuto de las ruedas.
La clave de este sistema es el aire comprimido, que se obtiene del entorno inmediato, se comprime y pasa por una reserva central a través de un sistema de tubos. El aire presurizado pasa por los tubos y ejerce presión sobre un pistón que hay junto a cada rueda. Este pistón está unido mecánicamente a una pastilla de freno o a un bloque y hace que ésta se ajuste contra la rueda para disminuir su velocidad. Para detenerse el tren, el conductor sólo tiene que accionar la válvula conectada a la reserva del freno e incrementar la presión del aire, con lo que se activan los frenos.
Es curioso saber que este sistema funciona también en marcha atrás. Para lo que basta con reducir la presión del aire en el sistema de tubos. Esta técnica ha ganado popularidad en los últimos años, ya que se considera que tiene menos riesgo de fallos; aún cuando se perdiera la presión, el tren podría frenar sin tener que depender del sistema de emergencia.
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