Las arterias que van al cerebro son como unos tubos que tienen paredes de músculo y tejido elástico que regulan el tono. En determinadas circunstancias estas paredes se van debilitando y se empieza a formar una bolsa que crece gradualmente, y que puede hincharse y reventarse.
De forma gráfica se puede asemejar al chichón que aparece en un neumático. Existen individuos que tienen una mayor tendencia a formar este tipo de alteraciones, como quienes tienen algún familiar cercano con aneurisma o que sufren de hipertensión arterial (por la presión dentro de las arterias). Sin embargo, las personas que tienen más riesgo son las que fuman, ya que el cigarrillo debilita los sitios donde las arterias se dividen y las hace más susceptible a la ruptura.
¿Cuáles son los síntomas?
Las personas que han pasado por la experiencia de la ruptura de un aneurisma aseguran que produce el dolor de cabeza más fuerte que hayan sentido en la vida; sienten como si la cabeza se les fuera a estallar, pierden el sentido de la orientación y les duele el cuello y las piernas.
Enseguida el paciente queda inconsciente por la hemorragia cerebral. Sin embargo, no todos los pacientes presentan los mismos signos. Hay quienes experimentan un dolor de cabeza diferente, conocido como cefalea centinela, que anuncia la catástrofe de la ruptura masiva y que se debe a un pequeño sangrado del aneurisma.
En otros casos hay visión doble por la comprensión del aneurisma en los nervios encargados del control de los movimientos oculares y, de acuerdo con el área del cerebro que comprometa, puede que también se presenten dificultades para el habla y la escritura, náuseas, vómito o sensibilidad.
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