Una serie de inventores del siglo XIX realizó experimentos con tubos llenos de gas a baja presión, descubriendo que la electricidad podía causar que el gas se encendiera. En 1910, el físico francés Georges Claude experimentó con gas neón y descubrió que producía un intenso brillo anaranjado. No servía de mucho para iluminar, pero después de que los tubos se utilizaran en el París Motor Show, una agencia de publicidad sugirió que se podía hacer letreros con ellos. En 1912, el primer letrero de neón se colocó en una barbería de Montmartre.
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