Las neuronas se comunican entre sí por medio de unas sustancias quimicas que reciben el nombre de "neurotransmisores" y que viajan de célula en célula. Hay un neurotransmisor, llamado dopamina, que se dirige a una región particular del cerebro el nucleus accumbens, y es el responsable del placer que transmiten las neuronas.
La cocaína por ejemplo actúa sobre los transportadores de la dopamina, y la bloquea en el nucleus accumbens. El placer queda, por decirlo de alguna manera cristalizado en su propio crisol. La heroína actúa de manera diferente: no estimula a los transportadores sino a los receptores de las células encargadas de captar la dopamina. Resultado: esa células se encuentran literalmente saturadas de dopamina y desencadenan una sensación más poderosa.
Sustancias presentes en el humo del cigarrilo destruyen la enzima MAO B, encargada de eliminar la dopamina del cerebro. La MAO B vendría a ser algo así como un barrendero natural del encéfalo: permite que la dopamina cumpla sus funciones naturales y luego la "limpia" para evitar excesos dañinos. Al frustrarse la acción de la MAO B, la dopamina se acumula dentro del órgano y produce placer. El alcohol igualmente aumenta la presencia de la dopamina en nuestras células cerebrales.
¿El cerebro de un drogadicto puede recuperarse?
Mientras que el consumidor de tabaco y el alcohólico en cuanto dejan de fumar y de beber tienen un amplio margen de recuperación, el daño que ocasiona el consumo de cocaína en el cerebro es irreversible: aunque no consuma un gramo más de droga, el cerebro del ex-drogadicto de ninguna manera vuelve a su estado anterior.
Mientras que el consumidor de tabaco y el alcohólico en cuanto dejan de fumar y de beber tienen un amplio margen de recuperación, el daño que ocasiona el consumo de cocaína en el cerebro es irreversible: aunque no consuma un gramo más de droga, el cerebro del ex-drogadicto de ninguna manera vuelve a su estado anterior.
¿Por qué se produce el fenómeno de abstinencia?
Los especialistas en biología molecular, sospechan que podría haber una predisposición genética a la droga o al alcohol. Sostienen que en el núcleo de cada neurona se encuentra un mensaje genético que programa a esa célula para captar tal o cual neurotransmisor. Pero ese mensaje no sería idéntico para todas las personas. Un fuerte consumo de droga, invariablemente, desordena el mensaje normal del núcleo de la neurona, y de ese modo aumenta la sensibilidad de la célula a la dopamina. esto crea una inevitable dependencia que hace crisis toda vez que el drogadicto suspende el consumo de droga.
Esa suspensión es de inmediato captada por el cerebro, ya acostumbrado a una dosis constante de dopamina. Ahí es cuando se producen esos dramáticos desequilibrios; el clásico fenómeno de abstinencia documentado en tantos libros y películas.
Los especialistas en biología molecular, sospechan que podría haber una predisposición genética a la droga o al alcohol. Sostienen que en el núcleo de cada neurona se encuentra un mensaje genético que programa a esa célula para captar tal o cual neurotransmisor. Pero ese mensaje no sería idéntico para todas las personas. Un fuerte consumo de droga, invariablemente, desordena el mensaje normal del núcleo de la neurona, y de ese modo aumenta la sensibilidad de la célula a la dopamina. esto crea una inevitable dependencia que hace crisis toda vez que el drogadicto suspende el consumo de droga.
Esa suspensión es de inmediato captada por el cerebro, ya acostumbrado a una dosis constante de dopamina. Ahí es cuando se producen esos dramáticos desequilibrios; el clásico fenómeno de abstinencia documentado en tantos libros y películas.
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