Un equipo inglés trabajaba en la idea de un "rayo de la muerte" capaz de detener un avión en vuelo, cuando la idea de lo que hoy se llama radar se le ocurrió al jefe del equipo, Robert Watson-Watt. Fue en el año de 1934, y por la época de estallar la segunda guerra mundial, Gran Bretaña ya estaba rodeada de una cadena de estaciones de radiolocalización.
El sistema opera con un pequeño trasmisor de radio que envia señales de onda corta. Cuando estas ondas dan sobre un objeto, se reflejan y son captadas por un receptor, lo cual produce una señal visible en la pantalla de un tubo de rayos catódicos. Un operador puede entonces dar un informe preciso de la posición del objeto, de un avión por ejemplo.
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